
Todo el mundo tiene una jarra de agua en su casa y si estás aquí es por la razón de que quieres tener la, la verdad es que son muy útiles y nos ayudan a poder abrir la nevera y tomar agua muy fácilmente, además de que una jarra no solo sirve para agua, sino que puedes guardar cualquier tipo de líquido en ella, el recipiente es mayormente de cristal.
Esto es solo un utensilio que todo el mundo utiliza, y no hay mucho que decir ya que su única función es mantener nuestra agua en la nevera o donde quieras tenerla.
Historia de las dos vasijas de agua
Había una vez un aguador en la India. Sobre sus hombros descansaba un pesado palo de madera al que se unía una gran jarra de agua a la derecha y a la izquierda. Una de las jarras tenía una grieta, pero la otra estaba inmaculada y con ella el portador de agua podía entregar una porción completa de agua al final de su largo viaje desde el río hasta la casa de su patrón. En la jarra rota, sin embargo, siempre quedaba sólo la mitad del agua cuando llegaba a la casa.

La perfecta de las dos jarras estaba, por supuesto, muy orgullosa de que el portador de agua en ella siempre podía llevar la porción completa. La jarra con el salto, por otro lado, se avergonzaba de que su defecto la hacía sólo la mitad de buena que la otra jarra.
Después de dos años llenos de vergüenza, la jarra rota no pudo aguantar más y le dijo a su portador: «Estoy tan avergonzado de mi insuficiencia y me gustaría pedirle disculpas». El aguatero miró la jarra y preguntó: «¿Pero para qué? ¿De qué te avergüenzas?»
«No pude retener el agua todo el tiempo, así que sólo pudiste traer la mitad a la casa de tu amo a través de mí. Tienes todo el esfuerzo, pero no recibes el salario completo, porque siempre entregas sólo una y media en vez de dos jarras de agua», confesó la jarra.
El portador de agua sólo sonrió y respondió: «Cuidado con el borde del camino cuando vayamos a la casa. La jarra se sintió un poco reconfortada y entonces se pusieron en marcha. Al final del camino, sin embargo, el lanzador se sintió miserable de nuevo y se disculpó de nuevo con el portador de agua.
Pero el portador de agua respondió: «¿Has visto las flores silvestres al lado del camino? ¿Has notado que sólo crecen en tu lado del camino, pero no en el lado donde llevo la otra jarra? Sabía lo de tu salto desde el principio. Así que recogí algunas semillas de flores silvestres y las esparcí a tu lado del camino. Cada vez que caminábamos a la casa de mi amo, los regabas. Todos los días recogía algunas de estas maravillosas flores y las usaba para decorar la mesa de mi amo. Y toda esta belleza que has creado».